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La con-fusión

La con-fusión

La con-fusión
Introducción

Matías está muy enamorado de Sara pero ella tiene dudas. Él la anima a que sea independiente y viva sus propias experiencias también por su cuenta. Será la primera vez, desde que están juntos, que la pareja se separa un fin de semana.
Aunque está nerviosa, se siente ilusionada con la idea de pasar unos días a su aire. Necesita salir de su zona de confort y cambiar su ritual diario en casa, todo el día enganchada a los auriculares y conectada al ordenador. Es consciente de que este viaje va a marcar un antes y un después en su vida, lo que no sabe es la sorpresa que le aguarda.

—Hola cariño. ¿Estás ya en Madrid? ¿Ha ido todo bien? Me dijiste que me avisarías cuando llegases y aún no lo has hecho. 

—¿Cómo que no? Claro que te he avisado. Te he escrito un whatsapp. Lo he escrito rápido porque Laura estaba a punto de llegar y no me he extendido mucho. —El mensaje dice: “¡Holaaa! Ya estoy en Madrid. Ha ido todo bien. Hablamos luego. Te quiero”. Y contiene un emoji de un beso y un corazón.

—Sara, no me has escrito. A mí no me ha llegado nada. ¿Te he respondido? 

—Pues la verdad es que no lo sé porque no lo he vuelto a mirar. —Sara pone la llamada en manos libres y mira la aplicación de whatsapp.

—Uff… Matías… La he cagado. ¡Madre mía! ¿Ahora qué hago? 

—¿Qué ha pasado? 

—Pues… que le he enviado el mensaje a Mateo. ¡A mi jefe! ¡Ahora va a pensar que le quiero!

—Jajaja no te preocupes. Se lo explicas y ya está. No pasa nada, cariño. 

—¡Qué fáciles ves tú las cosas!  ¿Como le digo a mi jefe que le he escrito por error y que no le quiero? A ver, ya sabes que Mateo es muy buena persona y hay buena relación pero… ¡No lo quiero! No como a ti, creo que me entiendes.

—Jajaja, lo sé cariño. Lo sé. No te preocupes. Ya estoy tranquilo, sé que estás bien, que es lo que me interesa. Habla con él y se lo explicas. Según me cuentas, es comprensivo. Lo va a entender. Venga un beso, cariño. Disfruta de tu fin de semana. Hablamos cuando puedas. 

Sara entra al bar en estado de shock y les cuenta todo a sus amigas que se parten de la risa. Todas bromean pero a ella no le hace gracia la situación. Le ha dicho a su jefe que lo quiere. Lo que no ha contado Sara es que Mateo ha respondido. En el mensaje dice lo siguiente: “ ¡Ah qué bien! Me alegro. Yo también.” Además, hay emojis de un corazón y un beso. 

Sara reflexiona unos instantes sobre lo que ha pasado con su jefe. A veces fantasea con Mateo. No sabe la razón pero siente atracción por él. Y no es precisamente por trabajo. Mateo es más o menos de su edad, solo ha hablado con él por videoconferencia y nunca lo ha visto de cuerpo entero. No sabe si es alto o bajo, solo que tiene la nariz pequeña, los labios no muy gordos, los ojos enormes y una perilla que la vuelve loca. Esa sonrisa de medio lado la tiene hipnotizada. Su simpatía, su cercanía… ¡Mateo es tan buena persona! A su parecer, no es normal que un jefe trate de esa manera a sus empleados. No conoce nada de su vida personal, nunca han hablado de eso. No sabe si está casado, si tiene pareja o no, si le gustan las mujeres o los hombres, es algo muy personal y nunca ha querido investigar sobre ello. Sin embargo ella fantasea con él. De hecho, se ha masturbado más de una vez pensando en él, incluso haciendo el amor con Matías ha imaginado que era él en más de una ocasión.

Por la noche, tras cenar con las chicas, llega al hotel y aunque lo ha pasado muy bien, en ningún momento ha logrado quitarse de la cabeza la respuesta de Mateo. Le invade la curiosidad. “¿Por qué me ha respondido eso? Esos emojis… Me tienen confusa. ¿Como que él también? ¿Él también ha llegado? Pero si vive en Madrid. ¿Él también me quiere? ¡Vaya paranoia! ¿Cómo me va a querer? Ha tenido que ser una confusión, seguro. Aquí faltan explicaciones.” 

Coge el móvil y le escribe un whatsapp: 

—Hola Mateo, ¿qué tal? 

Mateo responde inmediatamente: —¡Hola Sara! 

—No sé cómo decirte esto… Creo que te debo una explicación.

—¡Ah! ¿Sí? Espera, te llamo, ¿Puedo? 

—Sí, claro.  

Está muy nerviosa, le tiemblan las manos. Suena el teléfono y cuando responde, le tiembla también la voz. 

—Hola. 

—Hoola, ¿qué tal? A ver, cuéntame. ¿Qué me tienes que explicar? 

—Verás, Mateo… Te he escrito esta tarde un mensaje. 

—Sí

—En el que decía que ya estaba en Madrid y al final decía “te quiero”. 

—Ajá

—No era para ti. 

—A ver, cuéntame. —Responde Mateo tras respirar hondo. En su voz se puede percibir cierta decepción. 

—Sí, era para mi novio, Matías. Como ves, Mateo y Matías se parecen bastante, me he debido confundir por eso ya que he escrito con prisa… Te pido disculpas. Yo no te quiero, Mateo. Bueno sí pero no así. Es decir… No sé si me entiendes. —Está tan nerviosa que habla muy rápido y se atribulan las palabras. 

—Ajá…Ok, no te preocupes, no pasa nada. Comprendo.

—Tengo la sensación de que no te ha gustado lo que te he dicho. 

—Sssí… son nombres parecidos… Es normal que te confundas. No, no te preocupes. Está todo bien. 

—Mateo… No sé cómo preguntarte esto… Me has respondido “yo también”. Y… Me he rayado… ¿Qué significa eso?

Mateo suspira, se pasa la mano por la cabeza y la desliza por su cara. Guarda silencio.

—¿Hola? Mateo, ¿sigues ahí? ¿Se ha cortado? 

—Sí, sí. Aquí estoy.  

—Pues eso, que me gustaría saber qué significa ese “yo también”. Por un momento he pensado que tú también habías llegado a Madrid pero inmediatamente me he acordado de que tú vives aquí así que… 

—Sara, ¿dónde te alojas? 

—Estoy en Gran Vía, ¿por qué quieres saberlo?

—¿Te apetece tomar algo? ¿Has cenado? 

—Sí, he cenado. Pero… Mateo, no entiendo. Te estaba preguntando algo, ¿por qué rehuyes la pregunta?   

—En menos de 15 minutos estoy en Gran Vía, ¿A qué altura estás? ¿Qué hay cerca? ¿O prefieres que me acerque a tu hotel y nos vemos en la puerta?

—Cibeles está muy cerca.

—Perfecto. En 10 o 15 minutos nos vemos allí. Hasta ahora. 

Sara está sorprendida, no sabe qué está ocurriendo pero acepta la propuesta. Por fin lo va a conocer en persona. Estarán los dos solos. ¡Es mucho mejor de lo que se había imaginado! Se le escapa un pequeño grito de alegría y se tapa la boca. Tras su mano se esconde una gran sonrisa. Frente a ella hay un espejo, ve su imagen y se atusa un poco el pelo. Se da cuenta de que eso no es válido y se arregla un poco la ropa. Piensa que tal vez sería mejor cambiarse pero sabe que no le daría tiempo. Se vuelve a mirar en el espejo y observa que no está tan mal. Entonces saca de su maleta el neceser. Con la plancha del pelo se marca unas cuantas ondas de tal manera que parecen naturales. Ahora es el momento del maquillaje, toma su sombra de ojos color nude y extiende un poco sobre sus párpados, no quiere aparentar que está muy arreglada, al contrario, lo que desea es darle a Mateo la impresión de naturalidad. A continuación utiliza su pintalabios rojo con el que desprende sensualidad. Para finalizar se pone un poco de perfume. Observa sus zapatos. No sabe si esas cuñas son muy altas o no en comparación con Mateo: “No sé cómo es de alto, ¿y si son muy altos y lo dejo a él muy bajito? ¿Y si es al contrario? Sara, te estás emparanoiando de nuevo, que sea lo que tenga que ser, ¡estás perfecta!” Se dice a sí misma. Coje su bolso y las llaves. Antes de salir suelta un suspiro. 

Mientras va caminando piensa en ese “yo también” y en los emojis. No tarda mucho en llegar, pues el hotel está casi al lado del lugar donde ha quedado con su jefe. De nuevo las dudas: “¿Le gustaré? ¿Se llevará buena impresión de mí? Pero, ¿por qué tendría que gustarle? Yo tengo pareja y él… no lo sé pero da igual. Yo amo a Matías. Aunque últimamente… ¿Qué querrá decirme? ¿Por qué quiere verme?” 

Mientras está absorta en sus pensamientos, alguien le toca el hombro. Se gira sobresaltada y se encuentra de frente con un hombre moreno, alto, con unos ojos enormes y una sonrisa de medio lado rodeada de una perilla perfecta. ¡Es él, es Mateo! Es mucho más guapo en persona. Va vestido con un pantalón vaquero, una camiseta de color oscuro y lleva una americana color crema. 

Es el momento de los saludos y no sabe cómo hacerlo, si con dos besos o con la mano. “Tal vez, si le doy dos besos va a pensar que soy muy atrevida, pero si le doy la mano pensará que soy muy fría, ¡qué dilema!” Delibera en milésimas de segundo. Mateo se acerca y le da dos besos muy lentos y con tal sentimiento que la deja aún más confusa. El perfume que desprende su jefe excita a Sara, ella se sonroja e intenta disimular. 

—Bueno dime, ¿por qué has querido que nos veamos? 

—Hola, buenas noches. “Hola Mateo, ¿qué tal estás? ¿Cómo ha ido tu día? El mío bien, ya ves, he venido a Madrid.” —Bromea él. —¿A ti no te han enseñado a saludar? 

Sara suelta una carcajada e insiste en la pregunta. 

—¿Te parece que hablemos mientras paseamos? Me resulta muy aburrido hablar aquí quietos. 

—Claro, como quieras. 

Mientras caminan, hablan de distintas cosas y Mateo no responde a la pregunta de Sara, constantemente desvía la conversación. Tras un largo rato, Sara se da por vencida, entiende que no va a descubrir la respuesta y decide disfrutar del momento. La noche es verdaderamente hermosa y hace muy buena temperatura así que respira hondo y se relaja. Mateo le propone ir a tomar algo, ella acepta. Para la ocasión, él elige una discoteca de música latina. 

Una vez dentro, se acercan a la barra y piden una copa. El lugar está lleno de latinos bailando. Mateo es dominicano y la sangre le tira. Comienza a bailar mientras Sara lo mira y sonríe. Él extiende su mano invitándola a bailar, ella, muerta de vergüenza acepta la invitación de su jefe y juntos bailan una bachata. Poco a poco toma confianza y se mueve de manera cada vez más sensual. Tras esa canción bailan otra y después otra y otra… Beben y bailan, bailan y beben. Ambos disfrutan de la noche. 

Los bailes sensuales hacen mella y se percibe en el ambiente. Sara está excitada y no sabe qué hacer. Mateo baila de una manera tan tierna y dulce que ella vuelve a fantasear. “¿Será igual haciendo el amor? La manera en que me toca, la sensibilidad con que se mueve, esas miradas… ¡Me está volviendo loca!” Piensa que tal vez sea el momento de volver a formular la pregunta, quizá ahora sí se encuentre con la respuesta. Así que lo hace. Mateo sonríe, se acerca a su oído y con voz suave le dice: 

—Yo también te quiero, ¿acaso no te has dado cuenta?

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